José María Alonso, Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.
Hay compañeros y compañeras que dejan una huella valiosa y profunda a su paso por el oficio y por la vida. Es el caso de María Luisa Suárez Roldán. Nos ha dejado una veterana. Con mayúsculas.
Ya mediado el siglo pasado participó muy activamente en la vida colegial y en el entonces recién creado grupo de abogados jóvenes, hoy AJA. Letrada de Marcelino Camacho, pionera sin duda de los laboralistas en Madrid, su despacho de la calle de La Cruz 16 siempre será recordado como escuela jurídica de reconocidos compañeros y compañeras como Manuela Carmena, Juan José del Águila o Cristina Almeida.
María Luisa siempre entendió la Abogacía ligada a su compromiso social, y precisamente por eso se convirtió en una especie de estrella polar, una referencia que marcaba el norte en numerosas regiones de España para la defensa de presos políticos y trabajadores. Así, asistió a los detenidos en consejos de guerra cuando no podían ser defendidos por civilistas, y recorrió las cárceles franquistas para prestar servicios jurídicos a innumerables prisioneros del régimen. Reconocida con la Cruz de San Raimundo de Peñafort y con la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo, su desaparición significa una pérdida enorme para todos. Nos queda el consuelo de su estela singular y su impronta sólida.