Según la última oleada del International Business Report (IBR) de Grant
Thornton, la incertidumbre empieza a hacer mella en la confianza de los
empresarios españoles en la economía nacional. Sin embargo, los efectos parecen
limitarse por el momento a lo psicológico puesto que las previsiones en cuanto a
la marcha de sus propios negocios siguen siendo positivas.
En el primer trimestre de 2016, el porcentaje de líderes empresariales que se
declaran optimistas sobre la evolución de la economía española en el corto
plazo, alcanzó el 42%, muy por encima del 21% que se considera pesimista, pero
19 puntos menos que en el trimestre anterior cuando el optimismo obtuvo una
amplia mayoría del 61% y sólo un 11% se mostraba preocupado.
Si a finales del año pasado España era la economía con unas mejores perspectivas
entre las cuatro grandes de la Eurozona, en el comienzo de 2016 ha caído al
tercer puesto. El balance de optimismo empresarial (porcentaje de optimistas
menos el de pesimistas) de 21 puntos sitúa a nuestro país por detrás de Italia
(50) y Alemania (38) aunque todavía delante de Francia (12). Una economía
emergente, India, lidera el ranking internacional con 90 puntos positivos
mientras que Grecia sigue cerrándolo con un balance negativo de -52 puntos.
El estudio, que recoge las impresiones de más de 2.500 empresarios en 36 países
(100 en España), señala la incertidumbre económica como el principal obstáculo
para el crecimiento de las empresas españolas medianas y grandes. Un 59% de los
directivos lo menciona, por delante de otras preocupaciones como la baja demanda
(43%) o las trabas de la regulación y la burocracia (40%).
“La mezcla de incertidumbre política interna y de incertidumbre económica
externa está haciendo mella en la confianza de unos líderes empresariales que
aún tienen muy presente la memoria de la crisis. Aun así, la buena noticia es
que esta cierta caída de confianza todavía no está teniendo efectos negativos
relevantes sobre la actividad real”, comenta Álvaro Sanmartín, Chief
Economist de Grant Thornton y asesor del fondo Alinea Global.
Buenas
previsiones sobre los propios negocios
La caída del optimismo sobre la economía nacional no afecta por el momento a las
previsiones de los directivos sobre los principales indicadores de sus empresas.
Los balances de perspectivas (porcentaje de los que esperan aumentos menos el de
los que temen descensos en los próximos 12 meses) siguen siendo claramente
positivos tanto en facturación (58 puntos positivos), como en beneficios (49) y
en exportaciones (36), con valores que se mantienen en la media de los últimos
trimestres.
“Pese a las percepciones más negativas, se mantiene una coyuntura bastante
positiva para el crecimiento de las empresas. Los vientos macroeconómicos siguen
siendo favorables tanto para España como para el resto de la zona euro con
elementos como el crudo barato, los tipos bajísimos, las políticas fiscales
expansivas o la mayor fluidez del crédito”, opina Sanmartín.
“No hay que desdeñar sin embargo el papel desacelerador que puede tener una
incertidumbre política mantenida en el tiempo, no sólo por sus aspectos
psicológicos sino por lo que supone de ausencia de iniciativas para afrontar
importantes amenazas para la recuperación como son la alta deuda externa, el
bajo crecimiento potencial o la pérdida de cohesión social. En este sentido, el
mensaje podría ser que no hay razones todavía para volverse pesimistas pero que
al mismo tiempo lo deseable es que la situación de incertidumbre política actual
se resuelva cuanto antes”.
El empleo sí se
resiente
Las previsiones de empleo de las empresas sí se ven afectadas por la
mayor incertidumbre. Así, el porcentaje de directivos que planean aumentar su
plantilla en los próximos meses se sitúa en el 37%, ocho puntos menos que en el
último trimestre de 2015.
Con todo, las empresas que prevén despidos siguen siendo una minoría del 7%, dos
puntos más que en el trimestre anterior. La mayor parte, un 58%, no prevé
cambios significativos en sus niveles de empleo.
“El contexto de incertidumbre puede llegar a retrasar las decisiones
de inversión y de expansión, con efectos potencialmente negativos para la
contratación”, concluye Álvaro Sanmartín.