Pocos
expertos en arbitraje como nuestro interlocutor de esta entrevista conocen esta
práctica extrajudicial, tan a fondo, como David Arias. De hecho hace ya casi
tres años toma una decisión profesional importante para crear su boutique
especializada en arbitraje: “Sabía que al salir de un gran despacho iba a tener
menos conflictos de intereses para actuar como árbitro, pero es que, además, mi
trabajo como abogado en arbitrajes no solo no se ha resentido sino que también
se ha incrementado”, aclara. David es copresidente del Club Español del
Arbitraje junto con José Antonio Caínzos y árbitro de las principales cortes
internacionales y de las españolas, donde percibe el trabajo que está haciendo
CIMA en estos veinticinco años “CIMA es una corte muy particular. De hecho, no
conozco ninguna otra de características similares dentro o fuera de España. Al
respecto, soy partidario de valorar una trayectoria aplicando la máxima
evangélica de “por sus obras los conoceréis” y lo cierto es que CIMA funciona
muy bien”, subraya. Con él hemos repasado los principales acontecimientos en
arbitraje de este 2015 que ahora concluye.
¿Qué
balance haría de este año de arbitraje que ahora concluye?
Creo que ha
sido un año apasionante, tanto desde un punto de vista general como particular.
En la foto
general, el arbitraje de inversión está en el candelero. Por un lado, la Unión
Europea está renegando de él en el TTIP y hay 29 arbitrajes frente al Reino de
España; y por otro, las voces más autorizadas siguen defendiéndolo como el
mejor sistema (o, si se prefiere, el menos malo) para la protección de
inversiones. Por lo que respecta al arbitraje comercial, su trayectoria es
imparable y se ha convertido en el foro natural de resolución de disputas del
comercio internacional; no solo en el denominado primer mundo sino también en
los países en vías de desarrollo; no solo en Europa y América, sino también en
Asia y en África.
Y en la foto
de detalle, para nuestro despacho ha sido un año estupendo. Somos ya dos socios
y ocho abogados y hemos tenido casos muy interesantes dentro y fuera de España.
En el terreno personal, he tenido la satisfacción de haber sido elegido
presidente del Comité de Arbitraje de la IBA para los años 2016 y 2017 y tengo
mucha ilusión en continuar haciendo que la IBA sea la institución de referencia
para el arbitraje internacional. Además, ello creará sinergias importantes con
mi tarea al frente del Club Español del Arbitraje y espero que pueda beneficiar
a la comunidad arbitral iberoamericana.
Usted ha
decidido poner en marcha su boutique especializada en arbitraje. ¿Qué nos puede
decir de esta iniciativa? ¿Es el futuro para el desarrollo del arbitraje este
tipo de despachos?
Sin duda ha
sido la mejor decisión de mi vida profesional. Sabía que al salir de un gran
despacho iba a tener menos conflictos de intereses para actuar como árbitro,
pero es que, además, mi trabajo como abogado en arbitrajes no solo no se ha
resentido sino que también se ha incrementado. Por una parte, porque creo que
nos hemos posicionado en el mercado como un despacho altamente especializado en
arbitraje internacional; y por otra, constato que las empresas, cuando tienen un
arbitraje, confían más en personas concretas que en equipos más o menos anónimos
aunque pertenezcan a despachos grandes.
No me atrevo a
decir que las firmas como la nuestra sean el futuro con exclusión de las demás
pero sí que creo que este tipo de iniciativas van a gozar de excelente salud.
“Creo que los tribunales españoles apoyan decididamente el arbitraje porque son conscientes de que no es en modo alguno un sucedáneo de la jurisdicción, sino un sistema de resolución de controversias que encuentra su fundamento constitucional en la libertad como valor superior de nuestro ordenamiento jurídico.” |
Sigue
existiendo esa brecha entre las instituciones arbitrales españolas y las
internacionales. ¿Realmente falta una corte arbitral española de proyección
internacional?
Creo que
España cuenta con muy buenas cortes de arbitraje, a la altura si no por encima
de las de otros países de nuestro entorno. Lo que probablemente no sea justo es
comparar nuestras instituciones con la CCI. La CCI tiene más de cien años de
historia, cuenta con personal altamente especializado de múltiples
nacionalidades y con sedes en Europa, América y Asia. Es por tanto una corte
auténticamente global, quizás la única corte de estas características.
Creo que las
cortes arbitrales españolas deben aspirar a ser instituciones regionales de
primer nivel de modo que administren casos que envuelvan a empresas de nuestro
entorno próximo. Con este enfoque realista pueden llegar a tener un papel muy
relevante internacionalmente.
Sin embargo
creo también que queda mucho trabajo por hacer para promover el arbitraje en
España. Los loables deseos de internacionalización no deben hacer perder de
vista que el arbitraje en nuestro país dista todavía mucho de ser un medio de
resolución de controversias comúnmente aceptado por las empresas. Todos tenemos
que trabajar mucho en este campo para divulgarlo como lo que realmente es: el
sistema más eficaz de resolución de conflictos.
¿Son las
cláusulas medarb el punto de encuentro entre el arbitraje y la mediación?
Soy escéptico
al respecto. Estas cláusulas están atrayendo mucha atención en congresos,
revistas y otros foros, pero creo que todavía pasará tiempo antes de que sean
realmente usadas por los clientes. Insisto en que tenemos que popularizar mucho
más el arbitraje entre nuestras empresas antes de proponer cláusulas más o menos
imaginativas.
En algún
momento ha creído que las últimas anulaciones de laudos, ¿han podido hacer
peligrar el desarrollo del arbitraje en nuestro país?
Creo que los
tribunales españoles apoyan decididamente el arbitraje porque son conscientes de
que el arbitraje no es en modo alguno un sucedáneo de la jurisdicción, sino un
sistema de resolución de controversias que encuentra su fundamento
constitucional en la libertad como valor superior de nuestro ordenamiento
jurídico.
Por otra
parte, con carácter general, la inmensa mayoría de los recursos de anulación
frente a laudos arbitrales son desestimados y las pocas estimaciones que hay son
también elementos de fortalecimiento del sistema arbitral, en la medida en que
corrigen laudos que adolecen de graves errores.
Esta es, de
verdad lo creo, la tónica casi unánime de nuestros tribunales. Es cierto sin
embargo que recientemente en uno de los diecisiete Tribunales de Justicia, el de
Madrid, está habiendo un número de anulaciones de laudos mayor de lo normal.
Personalmente
veo con preocupación esta circunstancia y discrepo respetuosamente de la
ratio decidendi mayoritaria de estas resoluciones. Coincido plenamente con
los votos particulares que también se están dictando y espero que, como en
tantas otras ocasiones a lo largo de nuestra historia jurisprudencial, lo que
ahora es voto particular termine siendo pronto opinión mayoritaria.
Desde esta
perspectiva, ¿dónde ha estado el problema realmente, en una mala praxis de los
jueces o en falta de rigor de los árbitros en su labor?
Reitero que
esta circunstancia anómala (en el sentido de que se sale de la jurisprudencia
normal del resto de los Tribunales Superiores de Justicia) está circunscrita a
un solo órgano jurisdiccional y además no es unánime. Y quiero añadir que, en su
inmensa mayoría, estas anulaciones han tenido lugar en arbitrajes donde, al
parecer mayoritario de los magistrados, no había una auténtica igualdad de
partes, sino un predominio de una (generalmente una entidad de crédito) frente a
otra (generalmente una pequeña o mediana empresa). Esta circunstancia unida a
que la jurisdicción ordinaria está estimando la casi totalidad de casos
similares que se ventilan ante los tribunales es la causa que explica, a mi
parecer, esta jurisprudencia.
En modo alguno
creo que los árbitros hayan tenido falta de rigor en sus decisiones. Además de
que conozco personalmente a varios de ellos y me consta que son juristas
rigurosos, he podido leer varios de los laudos anulados y me parece que están
bien trabajados y que son exhaustivos. Sin embargo no creo que afirmar esto
implique considerar que haya una mala praxis de los jueces.
Al igual que
conozco a esos árbitros, conozco también al magistrado que ha sido ponente en la
mayoría de estas anulaciones y me consta que es un excelente jurista que se
trabaja concienzudamente sus decisiones. No hay, por tanto, que descalificarlas.
Corresponde discrepar de ellas con argumentos y desde el respeto, en la
esperanza, como digo, de que en el futuro el Tribunal Superior de Justicia de
Madrid se alinee con el resto de los TSJs de España.
¿Cómo
valora que muchas instituciones arbitrales hayan reformado sus Reglamentos y
establecidos una segunda instancia opcional?
No me parece
que sean tantas esas instituciones, la verdad. Personalmente descreo de esta
iniciativa y soy más partidario de entender el arbitraje como lo que, en
terminología anglosajona, se conoce como “one shot”. No creo, por tanto, que una
segunda instancia sea especialmente beneficiosa. Dicho lo cual, no me parece
nada mal que unas instituciones ofrezcan esa posibilidad y otras no. Así los
clientes tendrán donde elegir.
¿Qué
opinión le merece la trayectoria de CIMA como entidad arbitral en sus 25 años de
vida?
CIMA es una
corte muy particular. De hecho, no conozco ninguna otra de características
similares dentro o fuera de España. Al respecto, soy partidario de valorar una
trayectoria aplicando la máxima evangélica de “por sus obras los conoceréis” y
lo cierto es que CIMA funciona muy bien.
Personalmente
estoy muy honrado de pertenecer a esta institución y en todos los casos en que
he arbitrado o he actuado como abogado he tenido una excelente impresión del
trabajo que realiza.
CIMA ha
desarrollado una estrategia de internacionalización con Latam y Hong Kong como
puntos de referencia. ¿Le parece adecuada la misma?
Yo soy un
modesto asociado de a pie de CIMA y no me corresponde enjuiciar esa estrategia,
a la que deseo los mayores éxitos. Sí que diré, sin embargo, que me parece que
hay más posibilidades de desarrollo en la cercana LatAm que en el lejano Hong
Kong. Y que, como decía antes, creo que las cortes españolas deben aspirar a ser
instituciones regionales más que globales. Sin descuidar un ápice, insisto, el
arbitraje doméstico, donde tanto nos queda a tantos por hacer.