Hoy
no
hablaremos
solamente
de
Derecho
penal,
sino
de
algo
que
siempre
en
mis
largos
ochenta
años
he
defendido,
mande
en
mi
país
quien
mande,
ya
sea
en
España
y en
el
extranjero.
Con
motivo
de
un
importante
acontecimiento
deportivo,
como
es
la
final
de
la
copa
de
S.M.
el
Rey,
era
previsible
por
demás
que
en
el
llamado
Camp
Nou
se
produjera
lo
que
sucedió
lamentablemente.
Y
digo
lamentablemente
porque
yo
soy
de
los
muchos
españoles
que
respetamos
el
himno
nacional
de
España
y la
bandera
constitucional
que
la
representa.
Era
previsible
sobradamente
que
sucediera
lo
que
sucedió
el
día
de
la
final
de
tamaño
evento
deportivo
y
todavía
más
siendo
prácticamente
segura,
como
lo
fue,
la
presencia
y
presidencia
de
nuestro
Rey
Felipe
VI.
El
irracional
separatismo
de
un
sector
de
catalanes,
o
residentes
en
Cataluña
tenían
una
muy
buena
ocasión
para
lucir
sus
erráticos
agravios
y
paranoides
rencores,
pitando
y
abucheando,
como
así
hicieron,
el
himno
nacional,
la
bandera
de
España,
y la
presidencia
del
Rey.
No
debe
causar
asombro,
ni
la
mala
educación,
ni
la
insolidaria
grosería,
de
los
aficionados
silbantes,
acompañados
esta
vez
de
bastantes
colegas
residentes
en
Vasconia.
La
mescla
sería
explosiva.
Como
así
fue.
De
todas
formas,
el
error
de
celebrar
la
competición
en
Barcelona,
a mi
juicio
no
fue
tal
error.
No
es
que
fuese
un
acierto,
ni
tampoco
una
virtud,
pero
el
débil
gobierno
que
preside
el
indolente
Sr.
Rajoy,
no
pudo
o no
supo
o no
quiso
celebrarlo
en
otro
estadio.
Podía
haber
sido
sin
duda,
Zaragoza
que
tiene
un
estadio,
muy
presentable,
y
los
“maños”
nunca
han
sido
felones
a su
juramento
ni a
la
bandera,
ni a
España,
pero
la
directiva
de
su
club,
no
tengo
noticias
de
que
haya
manifestado
su
negativa,
por
lo
menos
nada
de
eso
se
ha
publicado.
Ahora,
el
multitudinario
y
masivo
escándalo
se
ha
producido
y
podía
haber
llegado
a
más.
La
administración
del
Estado,
con
su
silente
e
incomprensible
política
parece
que
ha
abierto
un
expediente
sancionador
pero
no
sabemos
contra
quien.
Como
no
podía
ser
de
otra
forma,
el
inefable
presidente
de
la
generalidad
Sr.
Más,
por
lo
que
pudiera
suceder,
ya
ha
calificado
de
“ridícula”
la
decisión
del
Gobierno
español
como
era
de
esperar
y
ha
perdido
una
muy
buena
ocasión
para
estarse
callado
pero
no
ha
sabido
sustraerse,
al
vértigo
de,
sin
cortesía
de
ninguna
clase,
de
injuriar
al
Gobierno
de
España
como
suele
suceder.
La
ridiculez,
a mi
juicio,
no
está
en
sancionar
ni
al
club
de
futbol
Barcelona,
ni
al
Atlético
de
Bilbao,
ni
tampoco
a
los
equipos
que
los
representaban
en
el
campo,
pues
según
parece
no
hay,
al
menos
hasta
el
momento,
ninguna
diligencia
de
investigación
que
enlace
al
club
con
el
público
asistente
que,
desaforadamente,
cometió
un
descomunal
delito,
podríamos
decir,
colectivo
y
según
parece
administrativamente
estaban
avisados
como
no
podía
ser
menos.
No
cabe
duda
de
que
la
impunidad
y el
cobarde
anonimato
resultan
para
la
mayoría
de
los
españoles
desagradables.
Sin
embargo,
cualquier
medida
que
hubiera
podido
haberse
tomado
habría
sido
muy
poco
inteligente
para
la
prevención
del
desmedido
delito
de
injurias
a la
bandera,
al
himno
nacional
y al
Rey
de
España.
Quizá
hubiese
sido
hasta
contraproducente
y la
soez
algarada
hubiese
sido
todavía
peor.
Después,
la
cosas
son
ya
diferentes,
aun,
que
no
sean
del
agrado
del
honorable
Sr.
Más,
que,
por
cierto,
escuchó
el
griterío
y la
pitada,
complacientemente,
con
la
cara
relajada
y
como
muy
contento
quizá,
lo
que
para
su
absurda
política
era
por
demás
conveniente
y se
equivoca
y si
no
al
tiempo.
Al
club
se
le
podría
sancionar
económicamente
o
con
una
multa
o
con
la
suspensión
o
cierre
de
algunos
partidos.
No
sé
cual
habrá
sido
su
reacción
ni
su
colaboración,
en
ningún
sentido,
pero
no
es
ridículo,
aunque
lo
parezca,
que
el
Gobierno
español
reaccione
ante
tamaña
befa
y
hostilidad.
Una
vez
más,
por
su
debilidad
el
Gobierno
pronto
se
olvidará
y no
hará
nada,
dado,
sobretodo,
al
equivocado
tratamiento
que
se
le
ha
conferido
al
tema
separatista
en
Cataluña.
Quizá
no
esté
demás
que
organizara
el
Gobierno
o
sus
partidarios
políticos,
un
acto
multitudinario
en
el
paseo
de
la
Castellana
de
Madrid
en
desagravio
al
himno
y a
la
bandera
nacionales,
y a
S.M.
el
Rey,
para
compensar,
siquiera
sea
mediáticamente,
los
serios
y
graves
agravios
sufridos
en
el
Camp
Nou
de
Barcelona
y si
no
se
hace
nada,
quizá
se
equivoquen,
una
vez
más,
con
Cataluña
y
con
un
sector
de
catalanes
y
por
supuesto
también,
en
este
caso,
de
vascos.
Ante
la
imposibilidad
de
remediar
impunidades
que,
fácilmente,
se
vislumbran,
mejor
es
dejar
constancia
pública
y
manifiesta
de
un
no,
rotundo
y
clamoroso
con
respecto
a
los
hechos
sucedidos
en
dicho
campo
de
futbol
y
también,
cómo
no,
para
evitar
errores
de
cualquier
clase
que
podrán
producirse
en
un
no
muy
lejano
próximo
futuro.
Manuel
Cobo
del
Rosal
Abogado
y
Catedrático
de
Derecho
Penal.
|