La
cuestión
de
cómo
debe
gestionar
un
despacho
su
presencia
y
comunicación
en
Internet
genera
a su
vez
múltiples
interrogantes
a
los
que
es
preciso
dar
respuesta.
Así
cabe
plantearse
si
los
abogados
deben
tener
o no
presencia
autónoma
a la
del
despacho
en
redes
sociales,
cuál
es
el
posicionamiento
online
buscado,
cuáles
son
los
objetivos
perseguidos
en
ello,
decidir
en
qué
redes
sociales
se
ha
de
participar,
con
qué
frecuencia,
cómo
definir
la
estrategia
en
marketing
de
contenidos,
etc,
etc.
Se
acaba
de
publicar
la
edición
2015
del
informe
Balance
de
Expresiones
Online
que
elaboran
conjuntamente
Corporate
Excellence
(@CE4reputation)
y
LLORENTE
&
CUENCA
(@LlorenteyCuenca).
Estudio
que
acomete
la
valoración
de
las
principales
áreas
y
tendencias
de
riesgo
reputacional
que
a su
juicio
presentan
las
organizaciones,
y en
el
que
se
apunta
la
conveniencia
de
aquellos
elementos
en
los
que
tanto
las
marcas
como
las
empresas
deben
mejorar
para
optimizar
la
gestión
de
su
presencia,
comunicación
y
marketing
en
Internet.
Todo
ello
con
el
fin
de
conseguir
una
reputación
online
próspera
y
eficaz.
En
el
estudio,
además,
se
aborda
la
importancia
de
saber
conjugar
las
variables
de
notoriedad
y
notabilidad
en
la
gestión
de
la
reputación
online.
Ambas
son
unidades
de
medida
a
tener
en
cuenta
en
el
balance
reputacional:
la
notoriedad
es
cuantitativa
frente
a la
notabilidad
que
es
cualitativa.
Y
del
saber
administrar
ambas
variables
dependerá
en
gran
medida
el
éxito
de
la
administración
de
la
reputación
de
una
organización.
Pero
no
resulta
fácil
crear
y
mantener
una
óptima
reputación
online
corporativa.
Susana
Sanjurjo
Rebollo
(@@Susana_ssr)
en
su
artículo
“Internet
y
Redes
Sociales
para
despachos
de
abogados:
una
exigencia
necesaria”
incide
en
la
necesidad
que
para
la
viabilidad
y
desarrollo
del
negocio
-supone
para
el
abogado-
crearse
una
buena
marca
personal
y
saber
gestionar
su
reputación.
En
este
sentido,
en
mi
anterior
post
“Los
abogados
comunicantes”
ya
denunciaba
que
la
presencia
profesional
en
redes
sociales
implica
sacrificios,
esfuerzos
y
dedicación
de
tiempo.
En
definitiva,
no
se
trata
de
un
mero
ejercicio
de
estar
por
estar.
Ahora
bien,
¿cuál
es
grado
de
implicación
necesario
que
debe
asumir
el
despacho
para
conseguir
la
mejor
reputación
online?
Y a
título
particular
de
los
integrantes
del
despacho
¿hasta
qué
nivel
de
participación
y
presencia
en
redes
sociales
han
de
estar
dispuestos
a
cultivar?
Y a
todo
ello,
también
cabría
preguntarse
si
en
este
tema
resulta
igualmente
válida
o no
la
ecuación
de
cuánto
más
mejor.
Para
dar
respuesta
a
estos
interrogantes
considero
pertinente
acudir
a
una
de
los
principales
principios
y
leyes
de
la
teoría
económica.
Me
refiero
a la
Ley
de
los
rendimientos
marginales
decrecientes.
Atribuida
por
algunos
a
David
Ricardo
(1.772-1.823)
responde
a un
principio
fundamental
del
liberalismo
económico
como
es
el
de
la
existencia
de
limitaciones
intrínsecas
en
el
desarrollo
de
un
proceso
productivo.
Según
la
Enciclopedia
Financiera
la
Ley
de
los
rendimientos
decrecientes
(también
llamados
rendimientos
o
costes
marginales
decrecientes)
se
corresponde
con
la
disminución
marginal
del
incremento
del
producto
o
servicio
(por
unidad)
en
un
proceso
productivo
conforme
se
añaden
nuevos
factores
productivos.
Esta
teoría
afirma
que
la
adición
de
un
nuevo
factor
de
producción,
manteniendo
todos
los
demás
constante
(ceteris
paribus),
hará
que
el
rendimiento
que
añade
ese
nuevo
factor
sea
menor
que
el
que
añadió
el
anterior.
Es
decir,
al
incrementar
un
factor
productivo
en
el
proceso
llega
un
momento
(punto
óptimo
técnico)
a
partir
del
cual
los
incrementos
que
se
agreguen
generarán
tasas
de
rendimiento
decrecientes
que
-de
continuar-
podría
deparar
incluso
hasta
resultados
negativos.
De
ello
podemos
colegir
que
en
un
despacho,
respecto
a la
gestión
de
la
reputación
online,
contamos
la
existencia
de
variables
constantes
como
son
el
tiempo
del
que
se
dispone,
el
grado
de
dedicación
e
implicación
convenido
que
se
presta
por
los
abogados
y su
nivel
de
calidad
establecido
en
la
estrategia
de
content
marketing.
La
combinación
de
estos
factores
con
la
aleación
formada
por
una
serie
de
variables
mutables
como
pudieran
ser
la
frecuencia,
los
canales
de
comunicación
a
utilizar
(redes
sociales
y
otras
vías
de
comunicación
online),
el
espectro
de
audiencia,
el
volumen
y
variedad
de
contenidos,
…
determinarán
hasta
cierto
punto
el
éxito.
Por
tanto
la
gran
pregunta
que
debemos
formularnos
no
es
otra
que
¿cuándo
alcanzamos
el
punto
óptimo
técnico
en
la
gestión
de
nuestra
reputación
online
corporativa?
O lo
que
es
lo
mismo
cuánto
debemos
invertir
en
los
factores
productivos
de
desarrollo
de
la
reputación
online
del
despacho?
Y en
esta
dimensión
profesional
¿cuánto
de
nuestro
tiempo
hemos
de
destinar
a
redes
sociales
para
que
siga
resultando
eficiente?
En
definitiva
se
trata
de
saber
dónde
está
el
punto
de
equilibrio.
Termino
retomando
el
magnífico
artículo
de
Susana
Sanjurjo
y su
cita
a
Chris
Brogan
(@chrisbrogan)
“Recuerda:
hay
un
ser
humano
detrás
de
cada
tweet,
blog
y
correo
electrónico”,
a la
cual
sólo
cabe
añadir
“y
puede
que
hasta
ese
ser
humano
sea
un
abogado”. |