Sobre el perdón, la Justicia Restaurativa y lo verdaderamente importante

Publicado el martes, 24 abril 2018

Virginia Domingo de la Fuente, Coordinadora del Servicio de Justicia Restaurativa de Castilla y León, Presidenta de la Sociedad Científica de Justicia Restaurativa y Tutora de la Universidad de Ginebra.

Justicia Restaurativa

Tras el anuncio de la banda terrorista ETA, en la que lamentan el daño causado y piden perdón, solamente algunas de las víctimas, me temo que muchos se pondrán a hablar del perdón y de la Justicia Restaurativa.

Virginia Domingo

Virginia Domingo de la Fuente, Coordinadora del Servicio de Justicia Restaurativa de Castilla y León

De estos temas, he hablado mucho, ya fui critica en el Congreso del Foro Europeo de Justicia Restaurativa de 2012 en Helsinki, donde ofrecí una charla, dando mi opinión sobre cómo debería ser procesos restaurativos con terroristas y sobre todo, sobre cómo enfocar la gestión de los delitos de terrorismo bajo el prisma restaurativo. Una y otra vez, he oído a diferentes personas, en diferentes foros hablar de perdón, incluso llegué a escuchar como pedían supeditar pedir perdón y luego obtener beneficios penitenciarios, pero pensar así es no tener ni idea de lo que implica la Justicia Restaurativa, ya que realmente  el pedir perdón o perdonar, no es el objetivo de la Justicia Restaurativa. Incluso he llegado a escuchar “petición de perdón y reparación del daño” como dos objetivos esenciales y claramente una cosa es reparar el daño, de acuerdo a las necesidades de las víctimas y otra cosa, es entender que las víctimas se van a conformar con un perdón, entendido como lo siento, y mucho menos en este caso, cuando ETA parece distinguir entre víctimas de primera y de segunda clase.

Pero lo que importa es esta peligrosa correlación entre “petición de disculpas y reparación del daño” y la creciente obsesión por pensar que con pedir perdón, ya está todo solucionado. Y es que me pregunto ¿repara una petición de perdón o un lo siento? .Particularmente, creo que un lo siento no es suficiente y para argumentar esto, me viene a la mente las peleas que todos alguna vez hemos tenido con hermanos o amigos, recuerdo a mi madre, diciéndonos: “pediros perdón” y también me acuerdo, de haber dicho un lo siento, en más de una ocasión, entre dientes y deprisa, sin sentirlo, de verdad. Quizá con este ejemplo muchos penséis, que se trata de niños…sí efectivamente puede ser, pero si un niño que se supone que tiene menos malicia, es capaz de pedir perdón sin ser de verdad, ¿qué no hará un adulto y más si ha cometido un delito grave que ha dañado a otro ser humano?

Y sobre todo, ¿Qué no hará  un infractor si sabe que con un lo siento, puede conseguir alguna clase de beneficio penitenciario?

Por eso, aquí la clave está en qué repara más un lo siento o un reconocimiento. Por supuesto, es mucho más importante un reconocimiento que una petición de disculpas. Es mejor que alguien te diga: “si, reconozco lo que ha pasado, y cómo te sientes, y sé que soy responsable por ello”. Al fin y al cabo, todas las víctimas, necesitan saber que se ha hecho justicia y para ello, es esencial que haya alguien que se responsabilice por el daño que ha sufrido. En este caso, la banda terrorista si verdaderamente sentía los daños ocasionados, no deberían haber hablado de víctimas ajenas al conflicto, porque todas las víctimas son eso, víctimas no estamos hablando de conflicto sino de daños irreparables que ninguna persona merecía sufrir.

Porque ¿qué pasa si se dice lo siento pero realmente no se cree que se haya hecho algo mal? Pues que entonces no estaríamos hablando de justicia, porque simplemente no se habría hecho justicia.

Las buenas prácticas de Justicia Restaurativa, deben dejar de un lado las disculpas y el perdón. Porque lo que está en el centro del objetivo es el diálogo, o si se quiere decir de una forma menos “romántica”, la discusión acerca de cómo impactó el delito en la víctima o cual fue el dolor que este crimen las causó, se trata de una dinámica, por supuesto no fácil, en la que la gente se toma su tiempo, espacio y se escuchan unos a otros. Por eso es esencial que el infractor entienda el contexto, solo así podrá comprender el daño que infringió. Este “contexto” no es otra cosa, que lo que ya he dicho, escuchar el mencionado impacto que su acción tuvo en la víctima. El contexto es el conocimiento de la perspectiva de las víctimas, es la “historia que rodea la historia”. Una vez que el infractor sabe dónde está y el daño que ha causado, solo entonces puede empezar el camino de hacer las cosas bien para la víctima, para la comunidad y para él mismo.

Esta asunción de responsabilidad, implica que va a tomar el control y ha aprendido la lección, ha crecido como persona, ha evolucionado y quiere cambiar. (Todo esto ¿acaso no es la vida misma, la vida en estado puro?).

Lo que es más sorprendente es que los que conocemos los procesos restaurativos sabemos que estas disculpas y perdón, vienen cuando menos te lo esperas. No se debe forzar nada, ya que para la “curación” de las víctimas, el primer paso son los sentimientos de pena, ira e incluso venganza, aunque pueda resultar paradójico, esto es normal y es así, es un camino largo que empieza con estos sentimientos lógicos en cualquier persona que ha sufrido un daño y que necesita sentir que hay justicia y que un infractor va a responder por su sufrimiento. Por supuesto, este camino hacia la curación es muy personal y depende de cada víctima, ya que cada una es diferente de la otra, y no hay dos personas que lleven el duelo de la misma forma, expresen su malestar igual o incluso “cicatricen” sus heridas de la misma manera, especialmente si las heridas no son materiales sino “del alma”.

Lo que si hay es una experiencia común acerca de cómo la gente sufre las pérdidas.

Algunas personas critican la justicia restaurativa porque creen que puede traumatizar a las víctimas otra vez, claro que esto ocurriría si se piden disculpas forzadas, porque ¿cómo se puede pedir perdón si no se sabe la historia completa de cómo el delito irrumpió en la vida de la víctima? De ahí, que lo esencial sea la rendición de cuentas del infractor y el reconocimiento, por eso el facilitador de un proceso restaurativo lo que hace es preparar al infractor para que de una forma totalmente voluntaria, pueda asumir su responsabilidad y participación en el delito. Normalmente el camino del reconocimiento lleva a concluir con un “lo siento” pero sincero y verdadero. Es más una vez más, debo decir que para la Justicia Restaurativa pedir perdón implica un lo siento, ha sido mi culpa y qué puedo hacer para compensar el daño ocasionado o mitigar el dolor. Curiosamente en estos casos, siempre los terroristas se olvidan de asumir la responsabilidad total, sin justificaciones ni límites y sobre todo, no se acuerdan de que deberían atender las necesidades de las víctimas (muchas veces la reparación no será posible pero si una compensación, o simplemente un actuar de los terroristas que demuestren a las víctimas que asumen el daño y las respetan como por ejemplo, colaborar con la justicia en la resolución de los delitos pendientes…)

Todo esto lejos de resultar utópico es lo que necesitan las víctimas y ojala llegue el día en que el derecho de participar en un proceso restaurativo, con independencia del delito sufrido o del lugar donde esté la víctima, se convierta en un derecho universal para todas ellas. Así sabremos que estamos en el camino del respeto y reconocimiento hacia su persona y su historia, y podremos tener infractores realmente arrepentidos. Para esto, más que petición de disculpas es necesario una responsabilización de los infractores, solo así podemos estar seguros que su arrepentimiento es verdadero.

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