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26 de OCTUBRE de 2015

El techo de cristal para las mujeres en la abogacía: ¿qué podemos hacer?

LAWYERPRESS

Por María Spottorno, Abogada. Socia Directora despacho Madrid, AGUAYO ABOGADOS

 

Parece que cada vez hay más debate sobre mujer y abogacía. Últimamente, he tenido la oportunidad de oír tratar el tema en varios foros (Open de Arbitraje, Legal Management Forum 2015, III Cumbre de Mujeres Juristas). Tanto con ponencias expresas como en preguntas concretas a los intervinientes.

Los datos son tozudos: suspenso en integración. Las mujeres son más de un 50% de los que estudian Derecho y no llegan a ocupar un 15% de los puestos directivos. Y no solo en las empresas o en los despachos. Tampoco llegan a las altas instancias de la judicatura, a pesar de ser el 52% de los jueces. La conclusión es clara: acceden cuando el criterio de selección es objetivo y no cuando es discrecional.

¿Tenemos las mujeres un problema? ¿Tienen los despachos, las empresas, la función pública, la sociedad, un problema? Las mujeres, con seguridad, sí lo tenemos. Jugamos con desventaja en el mundo del trabajo, y mucho más en profesiones como la nuestra, donde la disponibilidad es un factor determinante. Pero, ¿nos preocupa esto a todos? O mejor, ¿debería preocuparnos a todos?

Sin duda, sí. Porque es injusto. Porque la igualdad es una de las grandes conquistas de la civilización occidental. A igual trabajo, igual salario y las mismas oportunidades de promoción. El mundo jurídico, que debería ser adalid de las causas justas, no puede quedarse atrás. Y mucho menos en la era de la comunicación global y de la transparencia, donde cada vez pueden saber mejor cómo te comportas, y donde te penalizarán si no lo haces como debes.

Pero también porque la diversidad es un valor en nuestra profesión. Los abogados somos solucionadores de problemas. Y las diferentes visiones traen también soluciones que abordan mejor la complejidad de los asuntos. Otra razón poderosa es que las mujeres tienen, cada vez más, la decisión de compra, es decir, de contratar nuestros servicios, y para las clientas puede ser inaceptable la ausencia de mujeres. Y además, porque no se puede invertir en talento --ni un país, ni una empresa-- para luego despreciarlo.

Pensar que tienes un problema es, sin duda, el primer paso para enfrentarte a él. Y ya son muchos los que piensan de esta manera.

Numerosos factores influyen en la discriminación: culturales; sexistas; la lógica resistencia a abandonar una posición de privilegio; valoración de habilidades de marcado carácter masculino; diferentes prioridades; falta de modelos femeninos; brecha salarial que provoca desánimo en la mujer y la toma de decisiones familiares que la alejan del ejercicio; menor facilidad para trasladar su residencia o viajar; promociones decididas por hombres dentro de su círculo de confianza; y otras muchas. Causas complejas para un problema complejo.

Desde el legislador pueden hacerse muchas cosas: cuotas (cada vez son más los que creen que es una buena fórmula); racionalización de horarios; apoyo en el cuidado de hijos y mayores; bajas maternales obligatorias para hombres y mujeres; apoyo a los nacimientos. Desde cada empresa y despacho otras muchas: apuesta clara por parte de los equipos directivos; no premiar el presentismo; cumplimiento por objetivos; flexibilidad de horarios; teletrabajo; igualdad salarial; programas con mentores. Cada uno debe pensar qué es factible en su organización.

Yo creo que hay una causa determinante: las mujeres dedican una parte importante de su tiempo material y otra de su tiempo mental a las denominadas “cargas familiares”. Y esto las lastra profesionalmente porque tienen doble dedicación, doble responsabilidad y doble esfuerzo.

Las mujeres hemos conquistado el mundo laboral y estamos disfrutando de él. Hace no tanto, se pensaba que no teníamos la capacidad, que era incompatible con la “delicadeza” de nuestra naturaleza, e incluso estaba prohibido (en el año 1961, expresamente, ser juez o fiscal). Trabajar tiene enormes ventajas pero también inconvenientes. Mi secreto, lo que me ha mantenido, lo que me ha hecho luchar, enfrentarme a las dificultades y superarlas, es que todos los días me divierto en mi despacho. Me gusta ir a trabajar. Es un reto intelectual y personal, un privilegio. Y ganarme la vida me permite ser independiente y libre. También tengo días malos, pero se compensan, con mucho, con los buenos.

También es mi secreto para seguir ocupándome de los míos: me gusta, es un reto, me realiza como persona y me da muchísimas satisfacciones. Es verdad que muchas de las tareas de esta otra faceta merecerían el nombre de “carga”, pero, como en mi trabajo, las ventajas superan con mucho los inconvenientes.

Pues igual que las mujeres conquistamos en su día el mundo del trabajo, creo que la asignatura pendiente de los hombres es conquistar el mundo de las responsabilidades familiares, que no “cargas”, y disfrutar de todo lo que eso conlleva, como venimos haciendo las mujeres desde hace siglos. Tiene facetas no tan placenteras, pero, como en los trabajos, las cosas buenas superan con mucho a las malas. Deberían reivindicarlo. El día que lo hagan, habrá verdadera igualdad.

 

 

 

 
 
 

 

 

 
 
 
 
 
 
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