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02 de MARZO de 2015

La justicia ante el final de la legislatura

LAWYERPRESS

Por Salvador Viada Bardají. Fiscal del Tribunal Supremo

 

Salvador Viada Bardají. Fiscal del Tribunal SupremoLa legislatura se agota y al ver al Ministro de Justicia tratando de empatizar con los operadores jurídicos a base de declaraciones y rectificaciones, lo primero que pienso es que él tiene escasa culpa en como están las cosas. Se ha encontrado con una patata que no hay quien enfríe en diez meses, por tanto, en mi opinión, salvo en la cuota de solidaridad, no culpo en absoluto del desastre al actual Ministro. Este Gobierno -sin embargo- si ha tenido un impacto en la Justicia, en esta legislatura, claramente negativo.

El incumplimiento de su promesa electoral estrella en materia de Justicia, que era la despolitización del Consejo General del Poder Judicial es algo que debería avergonzar a cualquiera que defendiera la gestión del PP en este ramo. No solo no está despolitizado (hoy mismo se habla -ya veremos que pasa al final- de la expulsión de un Juez con los votos de los vocales elegidos por el PP y contra la opinión de los vocales elegidos por los demás partidos), sino que incluso para algunos está más politizado que antes: el mismo Presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo es un antiguo Director General de Justicia del PP.

Eso no lo va a poder rectificar el Ministro (incluso si quisiera), y es algo que a falta de una catarsis democrática que afronte en serio la cuestión, va a quedar como legado del que futuras mayorías parlamentarias sabrán sacar su beneficio. Al margen de la cuestión del CGPJ, ¿está mejor hoy la Justicia que estaba cuando comenzó la legislatura?

A mi modo de ver está peor. No se ha avanzado en cuestión de modernización de los medios materiales; no se han hecho reformas que permitan agilizar los tiempos procesales; se ha pretendido reducir la litigiosidad en asuntos fundamentales para los ciudadanos encareciendo los procesos con las tasas judiciales que ahora se van a rectificar ante la amenaza de un varapalo por el Tribunal Constitucional y con precedentes muy adversos para las tasas en el TEDH; los colectivos de la Justicia (jueces, fiscales, secretarios, funcionarios, procuradores y abogados) han sido en general ninguneados, pero un colectivo particular y que ha prestado servicios esenciales para la Justicia ha sido laminado, los jueces y fiscales sustitutos.

Laminado además de una manera innecesariamente cruel en lo que se refiere a esos profesionales que han debido organizarse en pocos meses tras haber perdido su trabajo. Además y a consecuencia de lo anterior, los efectivos de jueces y de fiscales se han constreñido de manera alarmante. Se ha mantenido el más de un millón de asuntos penales pendientes y otro tanto de asuntos civiles en tramitación.

Tras tres años y pico de Gobierno, la Fiscalía ha salido dañada por las tensiones entre el Gobierno y el FGE, que amablemente se ha ido del puesto "por razones personales".  Ellos quizá no se dan cuenta, pero tensionar políticamente la Fiscalía produce efectos que van más allá del momento político. 

La Fiscalía necesita credibilidad; la Justicia penal necesita una reforma; y la reforma procesal necesita de la Fiscalía. Al quitar credibilidad a la Fiscalía, se imposibilita una reforma procesal moderna. Eso, claro está, no pertenece a las preocupaciones del momento, pero una buena reforma procesal podría durar mucho tiempo y producir grandes beneficios a los ciudadanos. También eso se han cargado. (Una cosa buena entre tantas debilidades: han acertado con la nueva Fiscal General; algo es algo).

Hoy estamos ya en el final, cuando hay que dejar una buena impresión de las cosas que se han hecho: por eso rectifican algunas cosas -sobre todo las tasas-, abordan una pequeña reforma procesal; se anuncia otra vez el enorme compromiso de lucha contra la corrupción; se cambia en algún aspecto llamativo el Código Penal (de manera en general innecesaria, como una marca: hay que dejar en el Código Penal el recuerdo de que se ha gobernado). Y en unos meses, no demasiados, se urdirá rápidamente otro programa electoral a ver si alguien se lo llega a creer y les sirve para seguir en el poder.   El juego eterno de la política de Justicia en la España democrática.

De cualquier manera, en otros terrenos de la política puede que sea así; pero en Justicia, los cambios fundamentales no han tenido nada que ver con la crisis económica, han tenido que ver con el deseo de incrementar el poder político sobre la Justicia. Y en gran parte lo han conseguido.

 

 

 

 
 
 

 

 
 
 
 
 
 
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