Confieso que, una vez más, no he podido sustraerme. Ha sido proponerme hacer balance y aquí estoy, dispuesta a entrar al trapo como siempre. Eso sí, no más estaba dando algunas vueltas a cómo enfocarlo, cuando el móvil ha empezado a arder con mensajes que llegaban por tierra, mar y aire, referidos a lo que, probablemente, sea la noticia más leída del momento. La dimisión del Fiscal General del Estado, nada más y nada menos. El colofón a un año convulso para la justicia que tuvo otro de sus hitos en otra dimisión sonada: la del Ministro. Ambos fiscales de carrera, por cierto.
Pero eso son las macrodimensiones de este mundo nuestro. En las microdimensiones, como siempre, los que trabajamos día a día, con dimisiones o con ellas, con unas medidas o con otras, y, también como siempre, reclamando a gritos unos medios que nunca llegan Entre la ilusión y el desánimo, aunque yo trato de trabajar más la primera para que no me invada el segundo, que cuando una menos se lo espera insiste en aparecer para tratar de hacernos sucumbir. Pero no hay que dejarse.
A pesar de que en términos generales éste ha sido un año cercano a la catástrofe en materia de justicia, que empezaba con la supresión de los sustitutos y ha acabado -salvo nuevas sorpresas- con un más que discutible proyecto de reforma procesal y la dimisión del Fiscal General, a título particular podría hacer un balance bastante más positivo. Por suerte.
Y es que si algo ha marcado este año para mí, ha sido un considerable despegue en las redes sociales y mi incursión en el mundo de los blogs, un fabuloso descubrimiento. Lo bien cierto es que comencé el año publicando esporádicamente en algún otro blog que me acogía, continué haciéndolo con periodicidad en nosinmitoga.com, de mi gran amiga la periodista Loreto Ochando, y finalmente me tiré a la piscina y creé mi propia criatura, conmitogaymistacones.com, un intento por hacer que este mundo de la justicia pueda ser visto con algo menos de caspa y grandilocuencia como forma de acercarnos u poco más al ciudadano, que es a quien en realidad no debemos. No sé si estaré logrando mi propósito, pero lo que sí es cierto es que la cosa ha sobrepasado mis mejores previsiones, y en cinco meses de vida ronda ya las 30.000 visitas, lo cual agradezco de corazón, dicho sea de paso.
Le di a mi invento la forma de un teatro y por sus tablas ya han pasado gran parte de los personajes que representan nuestra función día a día. Pero aún quedan muchos y, si me siguen leyendo, la función seguirá representándose, como siempre, dos veces por semana. Ya se sabe. “Show must go on...”
Como he dicho, no solo ha sido para mí un gran descubrimiento sino que, como dijo una compañera, creo que forma parte de nuestro compromiso con la sociedad el darnos a conocer, y a entender, que no es poca cosa. Por eso sigo y seguiré, mientras el cuerpo aguante y haya quien me dé acogida, publicando sobre todas esas cosas que nos preocupan o deberían preocuparnos. Y tratando, como alguien me dijo en el mejor de los piropos que he recibido nunca, de hacer humano el Derecho. En esta línea se asienta otro de mis proyectos favoritos de este año, la coordinación de un libro de relatos contra la violencia de género, “016 Relatos que se deben contar” -del que además soy una de las autoras-, que trata de poner cara, nombre y realidad a las frías cifras de la violencia machista.
Pero hacer todo esto no es un mero consuelo. Es mi pequeña aportación a este mundo nuestro donde muchas de nuestras grandes preocupaciones siguen dándonos trabajo día a día. Como ocurre con la violencia de género, a la que dedico gran parte de mis desvelos personales y profesionales. Y mientras siga existiendo, mi toga, mis tacones y yo seguiremos ahí, inasequibles al desaliento. Esperando el momento de publicar que las cosas mejoran, que ya va siendo hora.
