Hace apenas unos días
nos
saltaba
a la
cara
la
noticia:
se
anunciaba
a
bombo
y
platillo
la
creación
de
casi
300
plazas
de
juez
para,
presuntamente,
afrontar
la
lucha
contra
la
corrupción.
Y
digo
“presuntamente”
con
toda
la
intención,
porque
no
es
oro
todo
lo
que
reluce.
Porque,
como
ya
se
ha
dicho
por
jueces
y
asociaciones
judiciales,
esas
plazas
no
responden
a
ninguna
creación
de
nada,
y
no
son
otra
cosa
que
la
regularización
de
las
que
se
crearon
en
su
día
y no
se
dotaron,
dando
como
resultado
que
a
día
de
hoy
la
mayoría
de
jueces
de
las
últimas
promociones
se
encuentren
vagando
por
el
mundo
judicial
como
fantasmas,
con
toga
y
sin
juzgado.
Exactamente
igual
que
los
fiscales,
de
los
que
nadie
parece
acordarse,
a
pesar
de
que
en
el
tan
aludido
tema
tengan
un
más
que
relevante
papel.
Lo malo de esto es
que
se
ha
vendido
como
la
panacea,
como
si
de
repente
alguien
hubiera
visto
la
luz
al
final
del
túnel
y
fuera
a
solucionar
todos
los
problemas
de
corrupción
de
este
país
de
un
plumazo.
Y de
eso,
nada.
¿Es
que
a
nadie
se
le
ha
ocurrido
pensar
que
precisamente
los
fiscales
somos
el
único
órgano
judicial
con
plazas
especializadas
en
este
tema?
¿A
nadie
se
le
ha
venido
a la
cabeza
que
ni
tres
ni
trescientos
jueces
van
a
ningún
sitio
sin
fiscales,
ni
tampoco
sin
secretarios
judiciales
ni
funcionarios?
¿A
nadie
le
ha
chirríado
la
noticia
con
sólo
leerla?
Pues, por si acaso es
así,
conviene
aclararlo.
La
Fiscalía
es,
como
decía,
la
única
de
las
instituciones
de
Justicia
que
cuenta
con
órganos
especializados
en
delitos
de
corrupción,
uno
entre
los
órganos
centrales,
la
Fiscalía
Anticorrupción,
y
delegaciones
en
algunas
Fiscalías
Provinciales,
aunque
con
medios
personales
y
materiales
que
piden
una
ampliación
a
gritos.
Piénsese,
por
ejemplo,
que
el
número
de
detenidos
en
la
última
operación
duplicaba
el
número
total
de
fiscales
anticorrupción.
Ahí
es
nada.
Y
que
en
lugares
tan
desgraciadamente
plagados
por
esta
sarna
como
Valencia
sólo
hay
dos
fiscales
delegados
de
esta
materia.
Amén
de
las
Secciones
de
delitos
económicos,
donde
las
hay,
que,
con
voluntad
y
sin
medios,
hacen
lo
que
pueden
valiéndose
de
unos
fiscales
que
se
dedican
a
esto
además
de
despachar
el
trabajo
de
su
juzgado.
Por
no
hablar
de
los
sofisticados
medios
con
los
que
se
cuenta:
ordenadores
del
Pleistoceno
que
se
“cuelgan”
cada
dos
por
tres
y a
los
que
hay
que
pedirles
permiso
antes
de
ponerlos
en
marcha.
¿Y alguien puede creerse
que
esto
se
arregle
con
trescientas
pseudo
plazas
de
jueces?
Pues
bonito
papel
el
que
iban
a
hacer
sin
Fiscal
que
acuse
ni
funcionarios
que
tramiten.
¿Y
cómo
se
explica
esto?
Pues
sencillamente
con
lo
dicho,
que
de
creación,
nada
de
nada,
y de
que
tengan
por
objetivo
luchar
contra
la
corrupción,
todavía
menos.
No
hay
más
que
echar
un
vistazo
a la
naturaleza
de
esas
plazas
para
confirmar
lo
que
digo.
Así que, si de verdad
se
quiere
luchar
contra
la
corrupción,
que
creen
verdaderas
plazas
de
jueces
y no
ficticias.
Pero
además,
o
por
encima
de
todo,
que
creen
plazas
de
fiscales,
que
doten
de
medios
personales
y
materiales
a la
Fiscalía
Anticorrupción
y a
sus
correspondientes
delegaciones.
Lo demás es subirse a
un
tren
de
cercanías
en
marcha
y
pretendernos
hacer
creer
que
han
construido
el
AVE.
Y
para
ése
ya
teníamos
el
billete. |