El empresario tiene en sus manos la posibilidad
de reducir los costes económicos y el desgaste
personal y empresarial que generan los
conflictos en su organización.
Ante la mayoría de los problemas, el empresario
puede elegir cómo y cuándo resolverlos, si bien,
en aquellos relacionados con conflictos
desconoce que existe esta posibilidad o cuando
accede a esta información, el enfrentamiento es
tan encarnizado que sólo acudiría previa
indicación judicial.
Por otro lado, a la naturaleza del empresario le
es innata
la necesidad de asumir responsabilidad y tomar
decisiones,
ejes de la efectividad y eficiencia de la
mediación como sistema de gestión de conflictos.
Como mediadora
siempre pregunto a mis clientes cuál es el
principal motivo por el que recomendarían a
otras personas acudir a mediación. En este
sentido, dos empresarios que eligieron mi
trabajo tras la muerte repentina del fundador,
padre de ambos, me dieron la siguiente
respuesta: porque mantenemos el
control de la empresa.
¡Qué importante me pareció este apunte! Algunas
otras personas me han confirmado este mismo
aspecto y mi trabajo, experiencia personal y
profesional, refuerzan la importancia de cubrir
esta necesidad fundamental para muchos
empresarios.
Ahora bien, ¿qué le sucede al empresario cuando
entra en conflicto?
En cuestión de conflictos la costumbre manda. Se
tiende a ser conservador cuando se está en
problemas. Se renuncia al poder y al control, se
acepta que sea un tercero, juez o árbitro, quien
decida.
Esta costumbre que existe también entre los
empresarios supone que llegado el punto de
abordar un conflicto empresarial se exponen a
una decisión ajena que ralentiza la finalización
del conflicto y que genera, en un elevado
porcentaje de casos, daños difícilmente
reparables en su imagen y en sus relaciones
comerciales.
¿No sería una opción a valorar que el
empresario procediera en los conflictos
empresariales tal y como actúa para cubrir el
resto de necesidades de su empresa?
Es decir, el empresario confía en expertos en
marketing para diseñar una determinada
estrategia, en comerciales para vender sus
productos, en consultores para asesorarle en su
gestión…, pero siempre manteniendo la última
palabra, ¿por qué no procurarse también esta vía
cuando tiene un conflicto?
En definitiva, mi
llamamiento al empresario no está lejos de las
decisiones que adopta cada día. Se trata de
hacer el mismo tipo de elección cuando tiene un
conflicto empresarial, esto es, elegir un
tercero experto, un mediador,
que le ayude a gestionar su conflicto,
pero sin perder
su capacidad de decisión.
En la actualidad, la confiabilidad de la
mediación como proceso para la gestión de
conflictos se encuentra respaldada, no sólo por
aquellos que llevamos años haciendo de este
trabajo una profesión seria y rigurosa, sino por
los máximos apoyos institucionales; el
legislador, el poder judicial, entidades y
colegios profesionales que avalan con su crédito
profesional la efectividad de este sistema,
promoviendo su empleo prácticamente en todos los
ámbitos.
Permítanme por último una licencia…tengo la
convicción de que una mayoría de abogados
comparten conmigo lo escasamente beneficioso que
es para sus clientes empresarios someterse a la
decisión de terceros ajenos.
A su vez, soy conocedora de que ustedes intentan
negociar y solventar los problemas en las mesas
de sus despachos, pero en ocasiones, observan
que las cuestiones conflictivas entre sus
clientes caminan por otros derroteros que
escapan fuera de la esfera de los problemas
jurídicos.
Por este motivo, quiero hacer un último
llamamiento a los profesionales del derecho:
valoren acompañar su labor jurídica con la labor
de un mediador, fundamentalmente en aquellas
cuestiones en las que identifiquen esos otros
elementos que dificultan su trabajo y que al ser
atendidos resolverían el conflicto de sus
clientes en todas sus vertientes.
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