“Que los
partidos
políticos
que
hablan
tanto
de
igualdad
en
campaña
electoral
cumplan
y
sean
consecuentes
con
las
leyes
que
aprueban
y
con
los
derechos
fundamentales.
Pero
para
eso
tienen
que
estar
convencidos
de
que
es
bueno,
enriquecedor
y
justo
que
haya
el
mismo
número
de
mujeres
que
de
hombres
en
este
Tribunal,”
son
declaraciones
de
Adela
Asua,
vicepresidenta
del
Tribunal
Constitucional
y
una
de
las
ponentes
de
la
II
Cumbre
de
Mujeres
Juristas,
http://goo.gl/pxSvcG,
que
tuvo
lugar
el
pasado
fin
de
semana
en
el
ICAM.
Para
esta
jurista,
“en
una
democracia
como
la
nuestra
es
anómalo
que
un
50
por
ciento
de
la
población,
como
somos
las
mujeres,
no
lleguen
a
esos
cargos
de
responsabilidad.
Y es
que
las
oportunidades
están
mal
repartidas”,
advierte.
A lo
largo
de
esta
entrevista
en
profundidad
analizamos
con
ella
las
posibles
claves
existentes
en
el
fomento
de
la
igualdad
de
género
en
nuestro
país
y
especialmente
en
la
carrera
judicial
donde
la
presencia
de
mujeres
en
Tribunales
Superiores
de
Justicia,
Supremo
y
Tribunal
Constitucional
es
simbólica.
Desde
su
punto
de
vista,
“las
cuotas
que
aseguran
la
presencia
de
mujeres
en
puestos
de
alta
responsabilidad
son
ortopedias
necesarias,
pero
siempre
con
carácter
temporal.
Corrigen
inercias
que
son
inconscientes
y
que
responden
al
peso
de
una
tradición
de
la
que
queremos
separarnos,”
subraya.
En primera
persona
“De esta II
Cumbre
de
Mujeres
Juristas
en
la
que
estuve
como
ponente
en
la
mañana
del
pasado
sábado
tengo
que
destacar
que
una
de
las
cosas
que
más
me
llamó
la
atención
fue
la
notable
participación
de
excelentes
mujeres
profesionales
en
todos
los
niveles
del
Derecho.
Muchas de
ellas
desarrollan
tareas
de
responsabilidad
en
diferentes
entidades
y su
grado
de
competencia
es
extraordinario.
En
este
siglo
XXI,
la
situación
ha
cambiado
mucho
y la
mujer
tiene
su
lugar
al
lado
del
hombre
en
puestos
directivos.
Sin embargo
todas
las
participantes
de
este
evento
percibimos
que
en
este
camino
hacia
la
equidad,
en
la
participación
de
las
personas
en
el
mundo
público
y en
su
responsabilidad,
queda
bastante
por
recorrer.
En instituciones
como
el
Consejo
de
Estado
y el
Tribunal
Constitucional
hay
un
número
notable
de
mujeres
letradas,
casi
a la
par
que
los
hombres,
pero
a
nivel
de
consejeros
y de
magistradas
es
escaso.
En
el
Tribunal
Constitucional
somos
dos
mujeres,
quien
suscribe
estas
palabras
y
Encarnación
Roca,
antes
magistrada
de
lo
Civil
del
Tribunal
Supremo.
Las estadísticas
dejan
claro
cuál
es
la
situación;
la
presencia
de
las
mujeres
a
nivel
de
puestos
de
más
responsabilidad
en
el
ámbito
jurídico,
como
ocurre
también
en
otros
órdenes
de
la
vida,
es
escasa.
Este
es
un
proceso
lento
aún
en
nuestra
sociedad.
En los altos
Tribunales,
como
el
Supremo
o el
Constitucional,
que
no
exista
esa
paridad
entre
hombres
y
mujeres
es
una
falta
de
normalidad
y
quizás
falta
de
déficit
democrático,
como
así
quedó
expresado
en
el
Manifiesto
leído
al
final
de
la
Cumbre
de
Mujeres
Juristas”.
Sra. Asua
¿Qué
avances
se
han
logrado
a
nivel
de
igualdad
de
género
en
nuestro
país?
Nadie duda de
que
se
ha
avanzado
mucho,
pero
en
el
siglo
XXI
aún
más
de
la
mitad
de
la
población
que
es
mujer
no
está
convenientemente
representada
a
nivel
de
puestos
de
responsabilidad,
tanto
en
la
empresa
pública
como
en
la
privada.
Es
el
momento
de
corregir
esta
disfunción.
En esa
línea,
¿por
qué
lado
se
decanta,
fomento
de
políticas
sociales
o
instaurar
cuotas
de
participación
de
las
propias
mujeres
en
esos
órganos
de
dirección?
Como ya comenté
en
mi
intervención
en
la
Cumbre
de
Mujeres
Juristas,
las
cuotas
son
ortopedias
necesarias
pero
siempre
con
carácter
temporal.
Corrigen
inercias
que
son
inconscientes
y
que
responden
al
peso
de
una
tradición
de
la
que
queremos
separarnos.
Y de las
políticas
sociales…
Yo hablaría
más
de
políticas
de
igualdad,
aunque
hay
que
darse
cuenta
de
que
las
leyes
no
pueden
cambiar
la
situación
de
un
día
para
otro.
Instituciones
estructuradas
con
mucha
tradición
requieren
más
tiempo
para
el
cambio
y,
sobre
todo,
necesitan
tomar
conciencia.
En este contexto,
es
fundamental
saber
por
qué
determinadas
situaciones
no
fomentan
la
equidad
desde
un
diagnóstico
crítico
que
nos
ayude
a
ver
este
panorama.
Es el caso,
por
lo
que
veo
del
Tribunal
Constitucional
del
que
usted
es
magistrada
y
vicepresidenta.
Es un Tribunal
singular.
En
él
hay
magistrados
propuestos
por
las
Comunidades
Autónomas
y
nombrados
por
el
Senado;
otros
son
nombrados
por
el
Congreso
y el
resto
por
el
Gobierno
y
por
el
Consejo
General
del
Poder
Judicial.
Por
la
labor
que
realiza,
el
Tribunal
Constitucional
debería
tener
una
vocación
de
diversidad
también
en
lo
que
respecta
al
género.
¿Se notó
en
su
día
que
este
Alto
Tribunal
tuviera
una
mujer
presidenta?
No creo que
la
institución
cambiara
mucho
por
el
hecho
de
ser
María
Emilia
Casas
presidenta
del
Tribunal
Constitucional.
La
propia
figura
del
presidente
de
este
órgano
no
genera
tanta
impronta
porque
se
trata
de
un
órgano
colegiado.
Es posible
que
su
proyección
como
excelente
laboralista
y
mujer
se
viera
en
algunas
sentencias
de
Derecho
Laboral
a
nivel
general;
en
temas
de
pensión
de
viudedad
o
parejas
de
hecho,
amén
de
algunas
relacionadas
con
la
igualdad.
¿Qué hace
falta
en
el
Tribunal
Constitucional
para
que
exista
la
paridad
entre
hombres
y
mujeres
a
nivel
de
magistrados?
Que los partidos
políticos,
que
hablan
tanto
de
igualdad
en
campaña
electoral,
cumplan
y
sean
consecuentes
con
las
leyes
que
aprueban
y
con
los
derechos
fundamentales.
Pero
para
eso
tienen
que
estar
convencidos
de
que
es
bueno,
enriquecedor
y
justo
que
haya
el
mismo
número
de
mujeres
que
de
hombres
en
la
entidad.
En una democracia
como
la
nuestra
es
anómalo
que
un
50
por
ciento
de
la
población,
como
somos
las
mujeres,
no
lleguen
a
esos
cargos
de
responsabilidad.
Y
es
que
las
oportunidades
están
mal
repartidas.
¿Hay una
forma
de
ver
especial
por
parte
de
la
mujer
jurista
de
problemas
actuales
como
el
paro,
los
desahucios
o
las
protestas
de
los
preferentistas?
Yo no haría
esa
diferenciación
que
usted
introduce
en
su
pregunta.
Al
final
creo
que
hay
tanto
hombres
como
mujeres
sensibles
a
los
problemas
económicos
y a
la
situación
actual.
También
puede
depender
mucho
de
su
origen,
de
su
procedencia,
y de
si
han
vivido
en
su
seno
familiar
más
cercano
situaciones
parecidas
a
las
que
comenta.
Sería bueno
poder
contar
con
un
estudio
sociológico
que
citara
si
la
diversidad
que
hay
en
los
licenciados
y
licenciadas
de
Derecho
se
proyecta
luego
en
los
órganos
de
decisión.
También en
la
citada
cumbre
se
comentó
que
puede
haber
mujeres
que
bloqueen
a
otras
a
nivel
de
su
carrera
profesional…
Es algo que
puede
pasar
sea
cual
sea
el
género.
No
todos
somos
maravillosos
y
equitativos.
En
esto
somos
iguales
hombres
y
mujeres.
La mujer
jurista
tiene
una
presencia
más
que
notable
en
todas
las
profesiones
de
esta
actividad
pero
le
falta
ubicarse
y
representatitividad
en
los
cargos
más
importantes.
Es el llamado
techo
de
cristal
del
que
hablan
los
expertos.
En
el
sector
legal,
la
incorporación
de
la
mujer
fue
tardía,
lo
que
ha
repercutido
en
el
acceso
a
puestos
de
mayor
responsabilidad.
Es posible
que,
cuando
estudian
una
carrera,
muchas
mujeres
no
tengan
como
meta
el
poder
alcanzar
un
puesto
de
dirección
de
forma
tan
innata
como
el
hombre.
Quizás
la
razón
esté
en
que
no
hemos
sido
educadas
para
formar
parte
de
una
élite
dirigente.
La situación
está
cambiando
pero
necesita
su
tiempo.
Muchos
hombres
pueden
tener
vocación
como
dirigentes,
y
eso
puede
tener
que
ver
con
los
roles
asociados.
Ahora
las
mujeres
están
tratando
de
compatibilizar
la
tradicional
asunción
de
su
función
como
madres
con
su
profesión.
Todavía nos
falta
asimilar
la
idea
de
que
las
mujeres
pueden
querer
ser
dirigentes,
líderes.
No
digo
que
no
las
haya,
sino
que
se
tiene
que
generalizar
el
fenómeno.
Ambicioso
es
un
término
que
pone
en
valor
al
hombre;
sin
embargo,
relacionado
con
la
mujer,
parece
despectivo.
¿Es necesario
hacer
algún
cambio
estructural
en
el
modelo
de
nombramientos
de
altos
cargos
del
CGPJ
para
que
haya
más
mujeres
en
Supremo,
TSJ
y
Constitucional?
No es tanto
cambiar
el
procedimiento
como
tomar
conciencia
de
la
importancia
de
la
paridad
y de
la
equidad.
Los representantes
de
los
partidos
políticos
que
aprobaron
hace
siete
años
la
Ley
de
Igualdad
tendrían
que
ser
consecuentes
y,
cuando
proponen
algún
nombramiento,
tener
también
en
cuenta
a
las
candidatas
mujeres.
Da la sensación
que
la
carrera
judicial
es
un
microcosmos
dentro
de
otro
más
grande
con
más
carencias
que
nuestra
sociedad.
Es cierto,
tiene
algunas
normas
específicas.
La
recién
creada
Comisión
de
Igualdad
del
CGPJ
tiene
el
importante
papel
de
facilitar
la
conciliación
para
nuestros
jueces
y
juezas.
Este tipo de
Comisiones
logran
avances
cuando
trabajan
de
forma
paralela
tanto
con
los
hombres
como
con
las
mujeres.
Un
mundo
en
equidad
requiere
que
hombres
y
mujeres,
sea
cual
sea
la
actividad
laboral
a la
que
se
dediquen,
tengan
la
posibilidad
de
conciliar
la
vida
laboral
con
la
profesional.
Cabe
esperar
también
que
ese
tiempo
dedicado
a la
familia
o a
terceros
(padres
ancianos
o
enfermos,
por
ejemplo)
no
sea
un
demérito
para
la
promoción
profesional.
Sin embargo
conciliar
en
la
carrera
judicial
ahora
mismo,
con
el
atasco
que
hay
en
los
juzgados
no
parece
muy
sencillo.
Más que complicado,
es
cuestión
del
rango
de
los
problemas.
El
problema
de
sobrecarga
está
asociado
a un
problema
de
plantilla
judicial.
Es
evidente
que
ahora
no
parece
muy
prioritario
y,
de
hecho,
la
crisis
ha
generado
recortes
en
muchos
sitios
y
actividades.
En el momento
en
que
se
diga
que
la
demografía
es
prioritaria,
quizás
cambie
la
situación.
Los
problemas
siempre
hay
que
verlos
en
su
contexto
y, a
continuación,
establecer
una
jerarquías
para
buscar
las
soluciones.
El problema
de
la
conciliación
y de
favorecer
la
natalidad
es
de
primera
magnitud
en
España.
La
entrada
de
la
mujer
en
el
mundo
laboral
permite
ver
estos
problemas
y
ayuda
a
buscar
una
solución
integral.
Muchas
mujeres
denuncian
que
no
compensa
sacrificar
su
vida
profesional
por
un
trabajo
donde
ascender
requiere
muchos
sacrificios.
La mujer siempre
reclama
una
forma
de
trabajo
más
equilibrada
que
el
hombre.
Éste
parece
dispuesto
a
cualquier
cosa,
incluso
a
dar
su
vida
por
el
trabajo.
Al
final
se
ve
que
no
merece
la
pena
llegar
incluso
a
poner
en
peligro
la
salud.
Este cambio
de
paradigma
a
nivel
laboral
ya
se
observa
en
empresas
muy
punteras.
Se
busca
gente
más
equilibrada,
lo
que
hace
que
se
cuestione
el
funcionamiento
tradicional
de
las
empresas.
¿El ejemplo
del
Plan
de
Igualdad
implantado
en
el
Tribunal
de
Cuentas
se
puede
trasladar
a la
carrera
judicial
y
fiscal?
No creo que
existieran
problemas
añadidos
para
adaptar
este
tipo
de
planes
a
los
propios
jueces
y
magistrados.
De
todas
formas,
el
principal
problema
respecto
a la
presencia
de
mujeres
está
en
los
altos
tribunales.
Puede parecer,
aunque
es
algo
inconsciente,
que
la
autoridad
está
mejor
representada
con
traje
de
hombre
que
de
mujer,
lo
cual
no
deja
de
ser
un
gran
error.
Eso
hace
que
el
cambio
progresivo
no
sea
sencillo
porque
en
las
decisiones
sobre
los
nombramientos
sigue
pesando
la
tradición.
Hablando
de
Igualdad,
¿la
Ley
de
Igualdad
aprobada
hace
siete
años
ha
valido
realmente
para
algo
en
nuestro
país?
La Ley generó
avances
en
su
momento,
pero
no
se
puede
esperar
que
solo
las
leyes
cambien
la
situación
de
un
país
en
lo
que
a
paridad
se
refiere.
De hecho, los
propios
partidos
políticos
hicieron
crecer
la
presencia
de
mujeres
en
el
Congreso
y el
Senado;
en
todas
las
listas
electorales
encontramos
ese
50
por
ciento
de
presencia
femenina.
Ahora
se
ve
con
naturalidad
a
alcaldesas
y
diputadas,
pero
las
mujeres
siguen
siendo
pocas,
por
ejemplo,
en
los
consejos
de
administración. |