Este
estreno de mes nos ha devuelto a todos
religiosamente a nuestros despachos
descubriéndonos absortos en un mismo
pensamiento mientras arrancamos la hoja de
agosto del calendario: Tenemos un nuevo
curso frente a nosotros.
Dicen
que sólo los escolares cuentan sus años de
septiembre a julio, y si bien no sabemos si
se debe a estas reminiscencias de la
infancia o al consabido cómputo judicial; la
cuestión es que ahora mismo tenemos
–heredadas de ambas vivencias- la pereza y
la inseguridad de aquellos tiempos y la
determinación y la firme planificación
procesal con las que hemos aprendido a
movernos trabajando.
¿Cómo
podemos armonizar tan divergentes
sensaciones para comenzar con energía un
exitoso curso? ¿Cómo facilitarnos esta
adaptación y enfocarnos hacia los proyectos
que dejamos pendientes antes de las
vacaciones de un modo más natural?
La
piedra angular de esta construcción
sobresale en cada uno de nosotros siempre en
vacaciones, cuando nos dejamos disfrutar
libremente activando en nuestra conciencia
el famoso “carpe diem”. Pues bien, para que
la idea de que tenemos que aprovechar más la
vida no caiga en saco roto -porque es la que
potencia propiamente nuestros deseos por
vivir y crecer-, iniciemos el curso siendo
plenamente conscientes de que lo más
preciado que tenemos y lo único que no
podemos comprar, es el tiempo.
Nuestro
tiempo. Y destinemos éste impulso revelador
de un modo positivo para que sepamos
invertir las horas adecuadas a proyectos
específicos y seamos más eficientes
realizando trabajos concretos de los que
obtener retornos claros a nuestro esfuerzo.
Es
lógico, por lo tanto, que debamos ser
capaces de seguir teniendo momentos de
disfrute que nos ayuden no sólo a estar
motivados este inicio de curso sino también
a gestionar mejor nuestra motivación en el
trabajo; o dicho de otro modo: no olvidemos
que el “no hay ocio sin negocio” es también,
viceversa. Para ello, unas sencillas pautas:
En
primer lugar, acudamos al medio natural.
Ahora mismo estamos disfrutando de una
buenísima temperatura. Traigamos a este
momento una de las actividades que todos
hemos hecho en verano: descubrir y recorrer
lugares.
Dejémonos conquistar por nuestra ciudad y
paseemos por ella a diario, reconciliándonos
al visitar sitios que seguro que no
conocemos –eternas cuentas pendientes- o
simplemente rememorando momentos vividos
para crear otros nuevos que den continuidad
a nuestro álbum fotográfico de verano.
En
segundo lugar y siguiendo en nuestro medio:
no olvidemos que somos seres sociales y que
como tales necesitamos el apoyo de los demás
para encontrarnos plenos, rodearnos de
quienes creen en nosotros y sentir cerca el
cariño de los nuestros. Esta riqueza
personal no es sólo una inversión en
vacaciones sino durante todo el año y un
momento como éste -de inicio de ciclo-, es
óptimo para hacerlo. Quedemos a la salida de
nuestra jornada laboral con amigos, vayamos
a una terraza y compartamos anécdotas y
bromas y también -porqué no- ilusiones y
proyectos propios y comunes.
Además, gestionando mejor nuestros tiempos,
podemos hacer “escapadas” de fin de semana
en las que variar los escenarios de éstas y
otras conversaciones fuera de nuestro
contexto habitual, en un lugar en el que
seamos más receptivos a los últimos rayos
del verano y las primeras luces del otoño.
Y un
consejo más, ya en el lugar de trabajo: no
nos olvidemos nunca de respirar bien.
Hagamos descansos para inhalar profundamente
tomando aire y perspectiva. Levantándonos de
la silla, paseando por nuestros despachos,
observando los títulos que abrigan las
paredes, comentando con compañeros
cuestiones banales o incluso revisando los
recuerdos de pasadas vacaciones que reposan
en las estanterías y volvamos a sentarnos
tras unos minutos, cambiándonos de silla
para así ayudarnos a cambiar el foco en la
tarea en la que estemos.
Todo
se puede resumir en darnos momentos de
disfrute y aprendizaje, acercándonos en
ocasiones a las situaciones como si fuera la
primera vez que las vemos para captar en
ellas nuevos matices y activar la mente.
Démosle aire, creatividad, energía,
diversidad y vida a nuestra mente. No sólo
necesita este alimento en vacaciones,
también y sobretodo en el momento de “vuelta
al cole”. No nos olvidemos que es ella la
que crea nuestro mundo exterior, nuestra
realidad. Nunca al contrario.