El 12
de septiembre de 1962, en la Universidad de
Rice, en Houston (Texas), John Fitzgerald
Kennedy, pronunció su famoso discurso
anunciando que los Estados Unidos lograrían
enviar a un hombre a la Luna antes de que
terminase esa década. Sabía la dificultad
que entrañaba y el retraso que su programa
espacial tenía con respecto al programa
soviético, que hasta la fecha había ido por
delante poniendo en órbita el satélite Sputnik, en 1.957 y el vuelo de Yuri Gagarin
en 1961. Aquel día, mostro al mundo su
determinación y propósito de lograrlo:
Pero, ¿por
qué, dicen algunos, la luna? ¿Por qué
elegirla como nuestro objetivo? Y podrían
también preguntar perfectamente, ¿por qué
escalar la montaña más alta? ¿Por qué hace
35 años sobrevolamos el Atlántico? ¿Por qué
Rice juega en Texas?
Hemos
decidido ir a la luna. Elegimos ir a la luna
en esta década y hacer lo demás, no porque
sean metas fáciles, sino porque son
difíciles, porque ese desafío servirá para
organizar y medir lo mejor de nuestras
energías y habilidades, porque ese desafío
es un desafío que estamos dispuestos a
aceptar, uno que no queremos posponer, y uno
que intentaremos ganar, al igual que los
otros.
Jack Kennedy contaba con los cuantiosos
recursos de una de las naciones más
poderosas del mundo, entre los que se
encontraban algunas de las más brillantes
mentes del planeta y el esfuerzo de 200
millones de personas a las que supo motivar.
Naturalmente su propósito no era fácil, sino
muy difícil, como correspondía.
Con la llegada del nuevo curso es inevitable
que nos planteemos nuevos propósitos que
alcanzar durante el transcurso del mismo.
Las vacaciones suponen, además de un
descanso, un tiempo fundamental para pensar
en el pasado reciente, tratar de ordenar las
ideas y, si hemos sacado buenas
conclusiones, proponernos las acciones que
llevaremos a cabo durante el período que
vamos a empezar.
Debemos
diferenciar entre propósito y objetivo, dado
que este último es la fijación específica
del propósito. No es lo mismo proponerse
empezar a correr, que fijarse una carrera
concreta del calendario y el tiempo que
vamos a emplear en recorrerla. Dentro de la
estrategia y gestión se utiliza el concepto
SMART, no por su acepción de “inteligente,
sino como acrónimo, para establecer las
características que debe tener un objetivo.
Así, un objetivo SMART viene determinado por
sus siglas: specific (específico),
measurable (mensurable), achievable
(alcanzable), realistic (realista) y time-bound
(tiempo determinado). Algunas de las siglas
puede variar en función de autores; r por
relevant, t por time-limited, etc, pero no
cambia el sentido. SMART, por lo tanto, no
es más que determinar qué características
debe tener nuestro objetivo para que pueda
ser logrado. Así, por lo tanto, debemos
establecer que queremos conseguir dentro de
unos parámetros concretos, asequibles y
ajustados a nuestros medios. En definitiva,
y ya me perdonarán a todos los que esta
afirmación les rechine, aplicar el sentido
común.
Porque además no
toda planificación determina la consecución
del resultado. Scott planificó su conquista
del Polo Sur, estaba preparado, era experto,
poseía toda la determinación y estaba
rodeado de un buen grupo de hombres. Sin
embargo, como el propio Capitán Scott dijo
“lo peor ha sucedido (sucedió)” al
comprobar que Roadl Admunsen había llegado
al Polo Sur, cinco semanas antes. El éxito
fue del noruego y no del británico, quien a
su vuelta se enfrentaría a un desafío aún
mayor que no logró vencer, pereciendo con
todo su grupo. Scott escribió antes de su
muerte en su “Mensaje al público”:
Tomamos
riesgos, lo sabíamos, las cosas han ido en
nuestra contra y por lo tanto no tenemos
motivo de queja, sino sólo someternos a la
voluntad de la Providencia, determinados
todavía a hacer lo mejor hasta el final.
Son muchos los
propósitos de inicio de curso tanto de
índole personal como empresarial. Desde los
habituales de dejar de fumar, apuntarse a
inglés, hacer deporte y leer más a otros de
mayor calado, generalmente profesionales,
que exigen cambios más o menos relevantes.
Animaría a dejar de fumar, a hacer deporte,
a mejorar su inglés y a leer más pero sobre
todo, en el campo profesional, animaría a
abordar ciertos cambios en la gestión de
nuestras firmas, sobre todo a aquellas más
pequeñas, que nos permitan ser más
competitivos, estar mejor gestionados y con
un atractivo mayor para nuestros clientes
que no verán en nosotros, el habitual
desempeño de toda la vida.
Un buen
propósito es implementar instrumentos de
control y medición que nos permitan conocer
nuestra rentabilidad, que nos ofrezcan
parámetros concretos de cuál es nuestra
dedicación, su coste y el resultado
tangible. Eso nos permitirá centrar
nuestros esfuerzos en clientes y procesos y
desechar otros que lo único que hacen es
sumar horas en nuestro esfuerzo sin apenas
recompensa.
También es una
buena propuesta, elaborar una sencilla
gestión documental que permita no sólo la
ordenación de documentación y su
localización inmediata, sino una simple
catalogación de nuestras propias sentencias,
nuestros escritos y modelos, las noticias
jurídicas que son interesantes, los
artículos sobre cuestiones legales y
cualquier otro elemento documental que nos
ahorre tiempo cuando necesitemos
conocimiento sobre una cuestión. Una vez
sistematizado nuestro procedimiento,
nutrirlo en el día a día, en la pequeña
escala que lo queremos alimentar, no supone
un gran esfuerzo y por el contrario, nos
permite ganar horas en la búsqueda de
jurisprudencia, doctrina, etc…
Por último, en
la medida de lo posible, dar oportunidades a
los jóvenes graduados o licenciados. Bien
por contratación si la firma tiene resultado
suficiente para abordarlo, bien por la vía
de becarios y alumnos en prácticas, con un
desembolso digno y reglado, que cumpla la
doble misión de, por un lado, realizar
trabajos que seguramente nos quitan tiempo y
no aportan valor y por otro, la de encontrar
talento que merezca, una vez acabado el
período de prácticas, la contratación para
nuestra firma nutriéndola de talento puro
Son tres
propósitos realmente sencillos de conseguir
y que nos ayudarían bastante en el ámbito
profesional. Son ejemplos generales que cada
uno podría adaptar a su firma, si es que no
se ha hecho y si ya está implantado,
seguramente fruto de la inicial reflexión y
toma de realidad, habrá otros propósitos y
objetivos que alcanzar: mejora de marca,
implantación de “paralegals”,
responsabilidad corporativa, etc…
Tan sólo
recordarles dos cuestiones más, la primera
es que se lo piensen. No es necesario
proponerse nada. Parafraseando la
surrealista, divertida y excepcional
película de José Luis Cuerda, “Amanece que
no es poco”: es contingente pero no
necesario. Si ven que no es el momento o no
se ven con fuerzas, es mejor que lo dejen
ir, que no inicien ningún propósito. El día
que se decidan a acometerlo, aférrense a una
disciplina espartana y cumplan con lo que
Uds. mismos se han propuesto. Recuerden
aquello de Ortega y Gasset de
“todo
esfuerzo inútil conduce a la melancolía”.
Por último, si
se fijan como propósito dar un rumbo a su
vida y cambiarlo todo, les dejo aquella
reflexión de la inusual, excéntrica y
apasionada George Sand: “no
podemos arrancar una página del libro de
nuestra vida, pero si podemos tirar todo el
libro al fuego”.
Quizás sea el mejor de los propósitos.