Disponer de capacidad de liderazgo gerencial se ha
convertido
hoy
día
en
una
obligación
ineludible,
tanto
a
nivel
individual
como
colectivo,
en
todas
las
organizaciones.
Esta
necesidad
suscita
importantes
interrogantes
como:
¿cuál
es
el
peso
del
principio
de
voluntariedad
en
la
eficacia
del
liderazgo
gerencial?
¿la
ausencia
de
liderazgo
en
las
organizaciones
es
fácil
de
reponer?
¿cabe
hablar
de
liderazgo
desechable?
¿en
el
liderazgo,
voluntariedad
a
libertad
guarda
similar
correspondencia
que
motivación
a
compromiso?
¿realmente
el
líder
goza
de
libertad?
El vuelo 209 de la Trans American Airlines sale de
Los
Ángeles
con
destino
a
Chicago.
En
pleno
vuelo
el
piloto,
el
capitán
Clarence
Cambio
(interpretado
por
Peter
Graves),
su
copiloto
Robert
Murdock
(Kareem
Adul-Jabbar)
y
numerosos
pasajeros,
enferman
súbitamente
y
quedan
sin
conocimiento,
intoxicados
por
la
comida
ingerida
en
el
avión.
La
solución
pasa
entonces
por
uno
de
los
pasajeros
no
intoxicado:
Ted
Striker
(Robert
Hays),
ex
piloto
de
combate,
quien
deberá
vencer
su
miedo
a
volar,
causado
por
un
trauma
psicológico
sufrido
durante
la
guerra.
Striker
tendrá
que
tomar
el
mando,
pilotar
el
avión
y
hacerlo
aterrizar
pese
a
las
malas
condiciones
atmosféricas.
En
su
apoyo
contará
con
dos
desquiciados
controladores
de
tráfico
aéreo
Steve
McCrosky
(Lloyd
Bridges)
y
Rex
Kramer
(Robert
Stack).
Con
todo
ello,
la
presencia
a
bordo
de
la
ex
novia
de
Ted
Striker,
la
azafata
Elanie
(Julie
Hagert)
aumenta
aún
más
la
tensión
de
Striker,
y
por
si
fuera
poco,
uno
de
los
pasajeros,
el
médico
Doctor
Rumack
(Leslie
Nielsen)
se
suma
al
pánico
que
estalla
a
bordo.
Como habrán adivinado se trata de la sinopsis de la
película
“Airplane”
(EEUU,
1980)
distribuida
en
España
con
el
título
de
“¡Aterriza
como
puedas!”
y el
de
“¿Y
dónde
está
el
piloto?”
en
Hispanoamérica.
Una
divertida
parodia
de
los
filmes
de
género
de
cine
catastrófico
que
estuvo
de
moda
a
finales
de
la
década
de
los
años
setenta.
Al igual que en la película, la realidad de nuestras
empresas,
organizaciones
y
despachos
no
es
ajena
a la
necesidad
de
búsqueda
de
líderes
que
deban
pilotarlas
y
conducirlas
con
acierto
en
la
procura
del
éxito.
Esta
necesidad
de
disponer
de
liderazgo
inmediato
y
sobrevenido
parte
de
una
premisa
fundamentada
en
una
necesidad:
la
de
llenar
el
vacío
de
liderazgo
gerencial
en
las
organizaciones,
y en
un
principio
detonante
o
ignitivo:
el
de
la
voluntariedad
en
la
aceptación
y
asunción
por
parte
de
todas
las
partes
implicadas,
pero
en
especial
por
parte
del
sujeto
que
habrá
de
asumir
esta
responsabilidad.
Voluntariedad, además, que de forma constante
y
permanente
será
igualmente
requerida
en
el
desarrollo
polifacético
del
marco
de
relaciones
a
las
que
el
líder
se
encuentra
vinculado
con
ocasión
del
desempeño
de
su
cargo;
sea
con
sus
colaboradores
o
seguidores,
sea
con
sus
supervisores
o
superiores,
su
entorno,
la
propia
corporación,
el
mercado,
los
clientes,
la
propia
sociedad,
otros…
Es
por
ello
que
disponer
de
capacidad
de
liderazgo
gerencial
en
la
dirección
de
los
despachos
se
ha
convertido
hoy
día
en
conditio
sine
qua
non
para
la
viabilidad
organizacional
de
los
mismos.
El
desarrollo
de
competencias
que
permitan
al
líder
aceptar
situaciones
difíciles,
comprender
y
asimilar
la
complejidad
que
trae
consigo
el
cambio,
ver
la
realidad
como
un
conjunto
de
oportunidades,
no
de
amenazas,
compartir
con
los
demás
su
visión
de
las
cosas,
transmitir
y
comunicar
eficazmente,
mostrar
una
actitud
ejemplar,
generar
compromisos,
erradicar
defectos,
etc,
conforman
la
equipación
de
habilidades
y
aptitudes
por
todos
esperada
y
que
habrán
de
disponer
los
directivos,
independientemente
de
su
ámbito
de
responsabilidad.
Lo
cual
evolutivamente
supone
todo
un
avance
en
el
ámbito
del
management
organizacional,
al
haber
pasado
de
una
“cultura
de
líder”
a
una
“cultura
de
liderazgo”.
En
relación
a la
relación
semántica
entre
líder
y
liderazgo,
resulta
de
interés
lo
apuntado
por
Octavio
Santana
Suárez
y
Francisco
J.
Carreras
Riudavets
en
su
obra
“Relaciones
morfoléxicas
sufijales
para
el
procesamiento
del
lenguaje
natural”,
en
relación
con
el
sufijo
-azgo,
-azga,
donde
mantienen
que
se
corresponde
con
sustantivos
masculinos,
algunos
de
ellos
además
vinculados
a
verbos,
en
los
que
al
dotarse
del
sufijo,
se
cargan
con
un
significado
o
connotación
epistémica
de
“dignidad
o
cargo”,
ejemplos:
almirante
–
almirantazgo,
líder
–
liderar
–
liderazgo,
mayor
–
mayorazgo,…
Sin
lugar
a
dudas
este
significado
de
cargo
o
dignidad
con
el
que
se
dota
al
sustantivo
de
origen,
presenta
un
sentido
estático
y de
delimitación
conceptual.
No nos corresponde entrar en definir qué hemos de
entender
por
liderazgo.
En
palabras
de
Ralph
M.
Stogdill
“existen
casi
tantas
definiciones
del
liderazgo
como
personas
que
han
tratado
de
definir
el
concepto”.
Yo
diría
más,
estoy
convencido
que
hay
más
definiciones
que
número
de
personas
que
las
han
definido.
Así,
depende
del
enfoque
y de
la
teoría
empleada
o
del
enfoque
aplicado
nos
encontremos
con
una
definición
de
liderazgo autocrático, democrático, paternalista, carismático,
amigable,
lateral,
laissez-faire,
colaborativo, transaccional,
transformacional,
dictatorial,
emocional,….
y
así
podríamos
seguir
con
un
larguísimo
etcétera.
A todo ello y como base de partida, cabría entender
al
liderazgo
desde
una
perspectiva
más
dinámica
y
abierta
conceptualmente,
diferente
a la
mantenida
por
la
tesis
morfoléxica
antes
apuntada.
Así,
el
liderazgo
gerencial
cabría
definirse
como
el
proceso
encaminado
a
diseñar
un
marco
de
relaciones
humanas
sobre
el
que
dirigir
de
forma
eficaz
el
desarrollo
de
las
actividades
laborales
a
las
que
se
deben
los
miembros
de
un
grupo,
de
conformidad
con
un
estilo
gerencial
específico
y,
que
una
vez
activado,
permita
influir
en
su
desarrollo.
Esta
definición
se
articula
en
tres
presupuestos
no
ajenos
al
factor
de
voluntariedad.
Estos
son:
Voluntariedad
a la
hora
de
formar
parte
En
primer
término,
el
liderazgo
no
cabe
entenderse
sin
la
presencia
de
otros
sujetos
a
parte
del
líder.
El
liderazgo
implica
necesariamente
a
otras
personas;
a
los
colaboradores
o
seguidores,
los
supervisores
o
superiores,
resto
de
interesados
o
clientes,
etc….
En
esta
coyuntura
el
factor
de
voluntariedad
se
manifiesta
en
la
aceptación
de
las
órdenes
que
dicta
el
líder,
la
validación
de
su
actuación
que
corresponde
realizar
a
los
supervisores
o
superiores,
la
conformidad
que
compete
expresar
a
los
clientes,
el
permiso
del
mercado,
etc…
Voluntariedad
en
la
participación
En
segundo
término,
el
liderazgo
se
manifiesta
en
el
diseño
del
marco
de
relaciones
humanas
sobre
el
que
operará
el
líder.
Ello
entraña
por
sí
una
distribución
desigual
del
poder
entre
el
líder
y el
resto
de
miembros
que
componen
el
grupo.
Esa
distribución
desigual
deberá
ser
organizada
de
tal
forma
que
permita
al
líder
transformar
el
grupo
en
un
equipo
de
trabajo
(recordemos
todos
los
equipos
son
grupos
de
trabajo,
pero
no
todos
los
grupos
llegan
a
ser
equipos).
Y
ese
trato
diferenciado
deberá
contar
con
la
complicidad
y
beneplácito
de
los
integrantes
del
equipo.
Voluntariedad
en
el
compromiso
El
tercer
aspecto
del
liderazgo
es
la
capacidad
que
el
líder
tiene
para
valerse
de
diversos
modos
–llamémoslos
estilos-
a
la
hora
de
influir
en
la
conducta
de
los
seguidores
que
integran
el
equipo.
Variedad
que
se
supedita
no
tanto
al
modo
o
estilo
de
dirección,
como
a
los
valores,
principios
y
fines
perseguidos.
Estilos,
fines,
valores
y
principios
que
–en
todo
caso-
habrán
de
ser
aceptados
o
refrendados
por
la
organización.
Por
último,
no
quedaría
completa
la
definición
de
liderazgo
sin
tener
presente
lo
apuntado
por
John
P.
Kotter,
en
su
obra
"The
leadership
factor"
(1988)
cuando
dice
que
el
liderazgo
se
caracteriza
por
lo
siguiente:
1)
Concebir
una
visión
de
lo
que
debe
ser
la
organización
y
generar
las
estrategias
necesarias
para
llevar
a
cabo
la
visión.
2)
Lograr
un "network"
cooperativo
de
recursos
humanos,
lo
cual
implica
un
grupo
de
gente
altamente
motivado
y
comprometido
para
convertir
voluntariamente
la
visión
en
realidad.
De
estas
notas
Kotter
remarca
un
término
clave:
"voluntariamente"
pues
a
la
hora
de
liderar
no
se
persigue
sólo
influenciar
a la
gente
sino
que
es
preciso
que
los
seguidores
dispongan
de
cierto
grado
de
libertad
que
les
permita
expresar
sin
constricciones
la
asunción
o no
de
los
objetivos
asignados.
Ello
supone
excluir
del
concepto
de
liderazgo
la
influencia
basada
en
la
imposición
coercitiva.
Y
por
tanto,
cabe
concluir
que
al
igual
que
libertad
y
voluntariedad
están
vinculadas,
liderazgo
y
motivación
se
presentan
como
dos
caras
de
una
misma
moneda,
en
donde
la
primera
mira
al
líder
y la
segunda
a
sus
seguidores.
Por
lo
tanto,
también
podemos
afirmar
que
liderar
es
provocar
motivación,
o lo
que
es
lo
mismo,
liderar
es
motivar.
“Sólo
he
venido
a
desearle
suerte,
contamos
con
usted”
(Doctor
Rumack,
Aterriza
como
puedas). |